¿Quién examina al examinador?

Desde que la compañía tiene cien por cien capital privado, las oposiciones han dejado paso a los concursos de méritos. Este método de selección, mucho más subjetivo y menos transparente, provoca mayor malestar entre quienes se presentan a él. La postura de CGT en estos procesos siempre fue muy clara: velábamos por un proceso limpio.

Te presentas a un concurso de méritos con la misma fe que echas un boleto a la primitiva. Y no es porque no confíes en tus conocimientos y capacidad, que serán mayores o menores, según el caso; sino porque frente a un proceso tan subjetivo sólo la divina fortuna es la que te tiene que acompañar para conseguir tu objetivo.

El primer escollo importante a salvar es el currículo, que es corregido con una «planilla» que elabora no se sabe quien, basada en una fórmula tan magistral como la de la Coca Cola, de la que muy pocas personas conocen su secreto, o por lo menos el sigilo que exigen así lo hace pensar.

La planilla es la madre del cordero. Es el código que te abre paso, la llave que abre la caja de Pandora, la piedra roseta que descifra el enigma. Pero hay quienes piensan que son simples cartas marcadas, como las de las películas o las que utilizan los magos en sus trucos de magia.

Y te quedas con cara de poker al comprobar que no has pasado el corte. A pesar de los cientos de cursos que rellenan tu currículo (reconoce que has tenido suerte por caer en un acoplamiento donde puedes acceder a cientos, lo normal es que todos los años te ofrezcan los mismos cuatro cursos) o que, aún teniendo pocos, pensabas que se adaptaban bastante a las exigencias de las bases. ¡Pues no! La planilla dicta sentencia y te deja caput.

Si por el contrario, has conseguido salvar el currículo, ahora viene la entrevista. Te meten en una sala con una docena de personas: gente de recursos humanos (el psicólogo), del área, e incluso de los sindicatos. «¿Quienes serán todos estos?», te preguntas, porque a veces ni te los presentan.

Preguntan a boca jarro: del plan optima o de la prevención, de cómo harías esto o aquello… y de repente, para tu sorpresa, te dicen: «¿Cual es la última exposición que visitaste en el Reina Sofía?»

Pues ahora si que la he jodido, te dices. En la hora que se me ocurrió ir a El Prado en vez de a El Reina Sofía aquel día de lluvia que no sabía donde meterme con las niñas.

Que lejos quedan aquellos exámenes tipo test, con sus supuestos prácticos y todo. Cuando las correcciones no estaban tan marcadas ni por la planilla ni por una entrevista.

Y es que, por mucho que en la vigente Normativa Laboral de Telefónica se hable de igualdad de oportunidades, objetividad y transparencia; por mucho que en ella se regulen las competencias de los tribunales, o la valoración del curriculum; el oscurantismo, escudado en el sigilo, ha hecho que perdamos el control que nos ofrecía sobre estos procesos.

Por supuesto que puedes reclamar, y lo tienes que hacer, es más, incluso ir a los juzgados si ves indicios de ilegalidad. Pero sobre todo lo que tiene que cambiar, para que algo cambie, es tu actitud frente a tanto conformismo. Nos recuerdan constantemente la suerte que tenemos, en este momento de grave crisis, de trabajar para Telefónica, pero: ¿No te has preguntado por todos los derechos que nos hemos dejado por el camino? No renuncies a ellos, lucha por ellos.

Salud y Libertad

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