Por mucho que nos quieran convencer de que somos responsables de esta nueva crisis, y de que los recortes de nuestros derechos son el único camino posible para solucionarla; no nos resignamos porque sabemos que los causantes de la crisis son ellos: banqueros y grandes empresarios, ricos oligarcas que se reunen en torno a las mesas del Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o la Organización Mundial del Comercio, para parir politícas de hambre y destrucción que aplican con sometimiento los gobiernos de turno, de uno u otro signo.
Políticas bancarias como en España, que generaron una burbuja especulativa, como la del ladrillo, alimentada por el abaratamiento del dinero que provocó una espiral de precios que endeudó a la mayoría de la población, generando una gran deuda privada.
Políticas empresariales, cuyos ejecutores, enfermos de avaricia, exigen una alta productividad a cambio de congelar salarios y precarizar, mediante una y mil reformas laborales, un mercado laboral que ha conseguido reducir el poder adquisitivo de la mayoría de la población y con ello el agravamiento de ese endeudamiento privado.
No en vano tenemos los salarios más bajos de la OCDE (junto con Grecia y Portugal) pero al mismo tiempo mayor nivel de desigualdad salarial. Según la «Encuesta de Estructura Salarial» el sueldo más frecuente se sitúa en 15.500 euros al año: mileuristas en su salario neto y con dos pagas extras. Según el Instituto Nacional de Estadística el 34% de las personas trabajadoras cobran entre 1 y 2 veces el Salario Mínimo Interprofesional (SMI), mientras que otro 10% cobra menos que el SMI.
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